El legado de Pichon-Rivière

Alberto Eiguer

Enrique Pichon-Rivière (EPR, Ginebra, 1907, Buenos Aires, 1977) fue un pionero que acuñó numerosos conceptos y abordó prácticas tan diversas como el análisis individual, grupo, pareja, familia, instituciones, arte, publicidad, lo cotidiano. Una síntesis de los trabajos de EPR no es fácil. Por encima de todo, me gustaría hablar de la persona, es como se puede entender mejor su obra.

Para empezar, me gustaría hablar de un desarrollo teórico específico cuyo estudio indica algunas aplicaciones actuales en nuestro trabajo. Este es el concepto de vínculo. A continuación, voy a hablar de su trabajo de una manera más general.

 Vínculo: relación bicorporal y tripsíquica

El psicoanálisis ha propuesto un modelo individual de funcionamiento psíquico, pero sus conclusiones se han tomado de una relación entre dos personas, el analista y el paciente. La superación de esta paradoja está en el centro de los temas más actuales del psicoanálisis. En lugar de circunscribirse a la psicología del individuo, Pichon-Rivière se centra en los vínculos entre los sujetos. Su pensamiento ha considerado muchas cuestiones planteadas por esta propuesta, pero nunca se imaginó que casi 40 años después de su muerte, sus ideas hubieran tenido un crecimiento tan notable. Demasiado absorto por sus constantes descubrimientos, decía que no tenía tiempo suficiente para transcribir lo que producía su mente, la escritura era demasiado lenta para reflejar sus ideas en evolución. Esto nos hace falta porque de vez en cuando nos gustaría retomar la lectura de un texto para que nos guíe, para que sus ideas puedan aclararnos en nuestra clínica y nuestras propias intuiciones. Sus escritos están llenos de descubrimientos impresionantes, pero las pistas son raras. Las referencias a los autores clásicos no suelen aparecer como si EPR hubiese estado constantemente bajo la influencia de descubrimientos sucesivos y temido que la discusión complicase su demostración. Pichon-Rivière estaba quizá en espera de la confirmación final a través de la experiencia y el debate que su pensamiento provocase. Esperaba muchos de sus alumnos. Produjo unos cuantos, actualmente dispersados en todo el mundo. No creo que lo haya planeado, fue el resultado de su generosidad cuando compartía fácilmente su reflexión íntima y fertilizaba los pensamientos de los demás.

Al intercambiar con él, era como si su capacidad de escucha muy abierta, nos permitía inventar sin temor en equivocarnos. Su laboratorio era el grupo; sus herramientas, el habla y el co-pensamiento: el suyo se animaba en respuesta a los pensamientos de los demás. Creía en el potencial de la circulación de las ideas. Al mismo tiempo, tenía una fuerte capacidad de asombro: cada propuesta, cuando una idea le era traída, le llamaba la atención. Objetaba rara vez; no manejaba la duda o la crítica: « Una idea sin mérito, no tiene futuro », decía. Es sólo una cuestión de tiempo y de confrontación con la realidad. En cambio, cualquier novedad ha de ser acogida e integrada. « ¿Quién sabe si no contiene una perla? » Cuando se es joven, se duda de sus ideas y se sabe que sus conocimientos son limitados, esta actitud lo invita a uno a creer en sí-mismo.

WR Bion decía algo similar: no hay creadores, sólo hay ideas (Bion, 1990). Pero Bion era más severo que Pichon-Rivière, su amigo, cuando censuraba a los mentirosos, por ejemplo. Bion estaba obsesionado con las defensas como la desmentida y la escisión, en la medida en que atacan la verdad, ¡veía ahí un peligro! EPR tenía absoluta confianza en el grupo y en su capacidad de generatividad.

El grupo establece una neo-realidad psicológica

La idea de Pichon-Rivière es que el grupo crea una realidad psicológica única. Esta nueva realidad es diferente de la de cada miembro del grupo. Tan pronto como se instala esta realidad (Kaës, 1994) los influencia. Al igual que en la histeria, cuando el paciente piensa ser objeto de seducción, él cree en eso con firmeza y se comporta de acuerdo con esta creencia, como que desarrolla síntomas. Del mismo modo, la interacción psicológica entre dos personas es suficiente para establecer una nueva realidad psíquica. Esto crea un vínculo intersubjetivo. Cuando hablamos de interacción, se incluye la circulación de fantasías y afectos entre los miembros del vínculo, de acciones y retroacciones entre ellos, en una palabra, de reciprocidad. Pero la comparación con la histeria no debe hacernos pensar que lo que funda el grupo es la identificación histérica. En el vínculo intersubjetivo intervienen la empatía, el reconocimiento y varias formas de identificación, que contribuyen al acercamiento emocional propio a la vida grupal, así como a una mentalidad común, una ley compartida. Las identificaciones involucradas son adhesiva, primaria, proyectiva, al agresor, mimética, y obviamente la identificación introyectiva, lo que permite hacer evolucionar al yo, produce cambio y marca de manera duradera al vínculo. Juega un papel mayor el ser también identificado por aquellos a quienes se está apegado.

El tercero

Evocamos el vínculo intersubjetivo y sin analizar por el momento todos los aspectos. Tengamos en cuenta que este concepto está en auge hoy en día. La idea de una realidad psíquica neo-grupal nace de la fórmula de EPR « Cada vínculo es bipersonal y tri-psíquico. » Las psiques de ambos sujetos crean un tercer espacio o realidad psíquica.

Hasta ahora, encontramos ideas similares en Winnicott (1963), Kaës (op. cit.), Ogden (1994). Véase, por ejemplo, el « tercero analítico » del vínculo intersubjetivo identificado por Th. Ogden (1994) en la relación analítica. Por su parte, Pichon-Rivière (1978) asocia el tercero con el concepto del triángulo edípico, presentándolo como una premisa del tercer personaje del parentesco. Este tercero es sin duda una representación, una fantasía, pero también será vivido como un fantasma o un espectro. Tal neo-realidad psíquica suscita creencias sobre este personaje, configura mitos que tendrán una fuerza de realidad para los sujetos del vínculo.

Resumamos. Ambos sujetos del vínculo establecen una relación íntima, ésta emite una afectividad tal que ambos se sienten bajo la mirada de un tercero (imaginario). En verdad, lo “buscan, lo tratan de encontrar ». A veces un tercero real se encuentra allí de manera espontánea. Tendrán la sensación que el tercero los vigila o que promueve su connivencia, los pone en duda o los protege, los ataca o les reasegura, en resumen, pesa sobre ellos. (“¿Qué va a pensar X si me llamas 10 veces por día?” “¡Cuando voy a dar un examen pienso en mi abuelita! Me da suerte.”) Los sujetos tratarán entonces de desarrollar estrategias en respuesta a esta « presencia externalizada », que evoca la mirada en su tercero superyoico.

Debido a los efectos del vínculo, cada miembro de la díada cambia en su yo, su identidad. Me gustaría hacer aquí algunas aclaraciones:

Es sorprendente que Pichon-Rivière aborde el vínculo introduciendo al tercero y al triángulo edípico, mientras que otros antes y después cuando se interesan al tema de la construcción del vínculo sostuvieron que el nivel pre-edípico o pre-objetal entra en juego. Acerca de la regresión en el grupo, hablan por ejemplo de la circulación de sensaciones entre los miembros del vínculo (sensorialidad). Bajo su influencia, los límites entre los sujetos desaparecen. El cuerpo del otro se considera como una parte de uno mismo. Se refieren al vínculo primario madre-hijo, un vínculo donde la madre pone en juego lo indiferenciado de su psique de manera a entrar en resonancia con lo indiferenciado del niño: confusiones, regresión de identidad, pérdida de límites interpersonales. Estos aspectos primitivos o arcaicos predisponen naturalmente al vínculo, afirman.

En cambio, Pichon-Rivière subraya de entrada la dimensión sexual… aunque con matices. En el vínculo de dos, se trataría de un asunto a tres como en el triángulo amoroso. EPR explica esta tendencia diciendo que la referencia al mito de Edipo nos aleja de la vida sentimental tal como se manifiesta en el mundo contemporáneo… En un provocativo planteamiento, afirma que el triángulo amoroso está muy extendido: el hombre, la mujer y el (la) amante. ¿Por qué ir tan lejos, a la Grecia antigua, para buscar un modelo universal que organizara nuestro funcionamiento infantil, madre, padre y ego (hijo)? Basta, dice, con echar una mira a nuestro alrededor: por todos lados apunta el triángulo amoroso. Hay que tenerlo en cuenta en cualquier referencia a lo sexual. Obviamente, esta idea acarrea otras complicaciones: ¿qué hacemos con la sexualidad infantil? ¿Con la fantasía primaria? ¿La censura del superyó? Etc.

Una posible solución consiste en considerar que el complejo de Edipo está también activo en la elección sentimental del adulto. Pero Pichon- Rivière se orienta hacia un determinismo dialéctico y, en general, es refractario a la idea de un determinismo infantil predominante, que adhiera a un pensamiento mecanicista. En otras palabras, para él, el presente reformula radicalmente el pasado. Ustedes dirán que esto no disgustaría al mimo Freud, quien esbozó el concepto de après-coup. Pero para Pichon-Rivière, es como si el après-coup podría dispensarse incluso de lo anterior. Que yo sepa, nunca lo ha formulado en estos términos. Atribuía al tercero del triángulo edípico una dimensión de organización en la línea de la tradición freudiana, pero lo reelaboraba en la perspectiva del tercero del triángulo sentimental.

En la tradición analítica, el triángulo edípico enfatiza las predisposiciones emocionales del hijo hacia cada padre. Pichon-Rivière aporta algunos matices: introduce las reacciones contra-edípicas de cada padre hacia el hijo. Además, el funcionamiento de la pareja parental, sus orientaciones emocionales mutuas deben ser considerados al mismo nivel que la relación del hijo con cada uno de ellos. Ilustra esto al trazar un gráfico donde se ven a los tres personajes padre-madre-ego en inter-funcionamiento, cada uno establece relaciones de amor y de odio en relación con el otro; ello lleva a que se estimulen mutuamente. Y el amor en uno de los vínculos de este triángulo puede conllevar a odiar en algún otro en los vínculos vecinos. La hostilidad de una madre hacia su cónyuge, por ejemplo, puede ir de la mano con el amor por su hijo, y llevar al acaparamiento de éste. La originalidad de este gráfico viene de las múltiples articulaciones que destaca, las oposiciones sentimentales, la influencia recíproca de los funcionamientos, así como lo expone el estructuralismo en el átomo de parentesco.

Pichon-Rivière también propone este triángulo en relación con el del hombre/mujer/amante. Freud (1905) va en parte en esta dirección de manera imaginaria cuando argumenta que no hacemos el amor a dos, sino a cuatro. Hablará de la escena primaria. No creo traicionar el pensamiento freudiano diciendo que la escena primaria se convierte en una proto-fantasía universal, en gran parte porque se trata de una escena grupal y que toda fantasía se basa en una escena.

El tercero es en consecuencia un otro, por lo general el padre respecto de la relación madre-hijo (en el triángulo edípico), pero es también la posición del (de la) cónyuge en el vínculo entre el sujeto y su amante, la madrastra en relación con el vínculo padre-hijo, la suegra frente a la pareja, el abuelo y el ancestro transgeneracional en relación con los miembros de la familia presente; un sujeto ante el otro del otro.

Todos ellos responden a la misma lógica de un otro que ejerce una función de regulador, de tutor, incluso de uno que prohíbe el vínculo. Y por la manera en cómo Pichon-Rivière presenta el triángulo, en sus correspondencias múltiples, se convierte en una estructura organizadora.

Otro punto a destacar es que Freud (1926, en particular) presenta situaciones complejas en las que coexisten diferentes niveles libidinales, como cuando se considera lo que significa para un hombre la pérdida de su partenaire en cuanto a su vida sexual: al mismo tiempo que pierde al objeto de placer sexual, teme perder el cariño de su madre en la medida en que en el acto sexual, y en otros lugares, solía “encontrar” de nuevo el cuerpo de su madre. Esta sobredeterminación no es ajena a la mujer, que ve en su compañero tanto a su padre, que ofrece un falo, y a una madre tierna. Si Ustedes dudan de mi razonamiento, les recuerdo que una de las quejas más comunes entre las mujeres es que su pareja es “avaro” en caricias. ¿Esto no es un anhelo que el amante también desempeñe el papel de madre? En la escena de amor hay confluencia simbólica de diferentes niveles de funcionamiento y de diversos objetos libidinales.

En la idea de Pichon-Rivière, sin embargo, se observa una radicalización de este diseño: el otro ya no es un objeto de amor y/o de odio, sino un sujeto para el primer y el segundo personaje del triángulo. No es un objeto, sino un ser diferente. Incluso Winnicott (op. cit.) no se atrevió a hacer una formulación tan radical cuando, por ejemplo, habla de la « madre-ambiente » o “madre-entorno”, que es, por otra parte, una denominación un tanto imprecisa. Sin duda, quiere insistir que la madre real cuenta mucho por sus cuidados, por su disponibilidad, con su psicosis transitoria. Pero no dice suficientemente fuerte que la madre es una persona que tiene una vida psíquica, emocional propia, con fantasías, deseos y necesidades.

Recuerdo a aquellos que, con razón, señalan que hablar de triángulo no significa hablar de Edipo y que el tercero no es el padre. Un padre es un tercero e igualmente un organizador; el complejo de Edipo es sin duda una cuestión de triángulo entre tres sujetos, pero el concepto de complejo incluye muchas otras dimensiones y en última instancia construye un funcionamiento.

Volviendo a la situación analítica. Del tercero al testigo

El tercero abre perspectivas para el psicoanálisis contemporáneo: incluso reformula la función de cada uno de los sujetos del vínculo. Tradicionalmente, la transferencia consiste en desplazar hacia el analista una o más representaciones de objetos inconscientes. Pero otra forma complementaria de transferencia puede definirse: una que apunta a las expectativas del paciente en relación con la función del analista. A nivel de la cura psicoanalítica individual o de terapia de pareja y familia, los pacientes suelen, en mi experiencia, desear que el analista ocupe el lugar de un tercero-testigo; lo que significa asignarle la función de árbitro o del que detiene la ley. Surgen diferentes situaciones:

a)El analista es el que escucha, a veces el único, los sentimientos o los aspectos de la vida de su paciente que éste no dijo a nadie. Sería un tercero-testigo que alivia al paciente, lo reconforta, le permite elaborar su ansiedad, moderar los sentimientos de vergüenza y culpa, y, finalmente, encontrar comprensión y sentidos.

  1. b) Con respecto a los conflictos familiares o de pareja, es común que los miembros esperen que el analista tome partido, emita una opinión, dé un veredicto. En un segundo tiempo sus expectativas cambian a la espera de un testigo, que contenga y que logre hacer evolucionar el resentimiento y el odio. Algunos cónyuges en la terapia de pareja lo formulan directamente: « Nosotros discutimos mucho entre nosotros, es terrible. Hemos querido verlo para que sea testigo de nuestras peleas. »
  2. c) En el caso del tratamiento de pacientes y de vínculos perversos, la cuestión del testigo es singular. Anhelar colocar al analista en posición de testigo responde al intento en « demostrar » que es ridículo negar las satisfacciones que la ley prohíbe: es incluso querer persuadirlo en convertirse en testigo de su defensa. Sin embargo, a partir de esta transferencia de designación, el analista puede desmitificar la construcción del (los) paciente (s). Desmitificará la mistificación. Ocasionalmente puede subrayar la búsqueda en él de un padre que « es », que se impone sin violencia, y que lo (s) reconozca. Así desde esta posición proyectada, el analista se convierte en un testigo activo que enuncia interpretaciones.

Mirando de cerca, observamos que la única posición posible para el analista es la de tercero-testigo: no juzga, no solamente por opción técnica, sino que no es el superyó. El paciente puede anhelar que se ponga en juez, un proyecto imaginado. Considera al analista como dueño de la ley, como el superyó en persona. De hecho, es un transmisor y, lo quisiéramos o no, sólo puede permanecer neutro. Si el perverso confunde la ley con quien la creó, es porque en el fondo se identifica con Dios y pretende fundar el orden de las cosas.

La idea del tercero-testigo conviene a este entramado. Incluso si el analista está implicado, si tiene audacia en sus interpretaciones, o si se involucra en el juego con niños, no se compromete. Ciertamente tiene un deseo, de lo contrario no sería un ser viviente: puede ser el deseo de analizar la intimidad del paciente y permitirle avanzar en su subjetivación, de lo contrario no habría ningún análisis. Pero es llevado a posicionarse en relación con sus propios deseos, a localizarlos, descubrirlos, elaborarlos, y des-construirlos para ver si existen resonancias entre sus deseos y los del paciente y su familia. Y si un paciente tiene acceso a su propio deseo es en la medida que se imagina que el analista tiene deseos hacia él.

En todos los casos, este proceso conduce a una transformación de su posición, el analista confirma su posición como testigo-tercero o lo deviene.

Una situación clínica : mi testimonio

Veo que he prometido signos para captar la personalidad de Pichon-Rivière: mi desarrollo ha dado indicios de su pensamiento, pero el personaje permanece aún oscuro. Voy a tratarlo de otra manera.

Hace muchos años asistí a una terapia familiar (en presencia del padre, la madre y el hijo, familia Latio, Eiguer, 2013). Yo era coterapeuta de alguien que admiraba: Enrique Pichon-Rivière. Me sentí muy agradecido que me haya dado la oportunidad de trabajar con él. El paciente designado era un hombre de una veintena de años que había manifestado un episodio psicótico en los Estados Unidos, a donde había emigrado. En este país, se había casado y tenido un hijo, que todavía era chico. Trabajaba en la construcción como pintor de rascacielos en Nueva York, subiendo en andamios a niveles muy altos. Para ir rápido, eran varios para realizar simultáneamente el mismo gesto con el rodillo de pintura. A veces, explicó sin mucha emoción, el viento era tan fuerte que empujaba la plataforma en la que estaban trabajando hacia el otro lado de la calle. Los pintores debían empujar con fuerza contra la pared para hacer volver la plataforma a la parte donde estaban pintando.

Este paciente tenía delirios de persecución, hacia miembros de su familia y también hacia extraños, automatismo del pensamiento, alucinaciones. Retornó de urgencia a su país natal, fue hospitalizado, y luego siguió un tratamiento ambulatorio y una terapia individual. Severo y autoritario, su padre había sido campeón de boxeo en su juventud.

Después de una sesión, mi co-terapeuta (EPR) me dijo que conocía la carrera meteórica de este hombre y siempre había tenido gran respeto por su estilo de lucha. Agregó que en su juventud él mismo había sido boxeador y había peleado en maches amateur. Me mostró su nariz que conservaba una secuela de este período: el tabique nasal quedó desviado después de una trompada.

Me dijo que durante las sesiones tuvo que hacer un esfuerzo para « deshacerse » de la admiración que aún tenía hacia el padre de esta familia mediante una elaboración substancial. Por mi parte, al ser reacio a idealizar a los boxeadores profesionales y aficionados, me sentí perplejo al escucharlo porque no sentía ninguna admiración hacia este padre, a quien veía en cambio como a un tipo rudo sin espesor. Parecía imponerse por la fuerza, dispensando a su esposa, que durante años había aprendido a evitar de lidiar con él mostrándose dócil. Yo estaba bastante contento de haber encontrado en su hijo alguien que le hiciera frente.

Me sentí incómodo de saber que a mi co-terapeuta y maestro podría gustarle este deporte. En mi familia, teníamos aversión por los deportes de combate y marciales, considerándolos muy violentos, « bestiales » para los boxeadores y aturdidores para los espectadores. Cada uno de nosotros, los co-terapeutas, nos consagramos a una verdadera obra de deconstrucción de las representaciones que me habían llevado tanto a mí como a PR a establecer defensas tan cerradas. En mi caso, yo había perdido la neutralidad (si existe en cualquier caso). Yo era parcial y estaba invadido por mis prejuicios. Sin embargo, aprecié que mi co-terapeuta fuera tan franco y se mostrara tan cómodo para analizarse delante mío. Cuando él comenzó a boxear, debía tener la edad que yo tenía entonces.

En nuestro grupo de dos funcionamos en eco ante los conflictos entre padre e hijo. Sentí que la lucha entre las generaciones adoptaba aquí una forma muy ofensiva.

« Jovencito, si te muestras demasiado listo, puedes recibir tantos golpes que te lo recordaras toda la vida! »

Mis prejuicios intelectualistas aparecían como para confirmar la desmentida según la cual, en la vida, uno puede prescindir de sus músculos. Al tener la revelación de mi maestro que ese deporte formaba parte de su juventud, me enfrenté con la parte conflictiva de las relaciones entre las generaciones cuya consecuencia puede doler, física y simbólicamente. La nariz, se sabe a lo que remite.

En mis asociaciones, recordé que a mis 5 o 6 años, recibí un cepillo de zapatos en la nariz, lanzado inadvertidamente por uno de mis primos de veinte años. Lloré mucho pensando quedar con la nariz deformada para siempre: « Y yo, que tenía una nariz tan linda, ahora se ha vuelto muy fea. »

Comentarios

En la pos-sesión, entendimos lo que significaba encontrarnos en una posición de terceros, y convertirnos en testigos de la familia. Hemos avanzado a través de nuestra contratransferencia y el análisis intertransferencial con sorpresa y emoción, emergiendo de la rivalidad entre generaciones, cuestionándonos y cambiando. Ni mi co-terapeuta ni yo habíamos previsto esta evolución. Sin embargo, esto nos condujo a una deconstrucción de nuestras creencias y los mitos sociales que habían influido en la formación de nuestros mitos familiares, que resonaron con los de la familia. Como Ogden (op. cit.) lo recuerda, la función del analista puede ser de soñar aquellos sueños que los pacientes no logran “realizar” y luego analizados. No se avanza en el desarrollo de las representaciones de la familia y evolucionar sin esta transición que es lo experimentado por los co-terapeutas: su actividad de fantasía. De mi lado, aprendí muchas cosas… También se puede poner de relieve la dimensión grupal del análisis inter-transferencial. Obviamente Pichon-Rivière tenía un talento excepcional. Lo que sucedió ese día fortaleció mi admiración por él.

Epicrisis

Unas semanas después de esta sesión, el padre admitió que estimulaba el miedo en su familia; era una forma de maltrato. La madre y el hijo reconocieron haber aprendido a sacarlo de las casillas. El padre parecía verdaderamente afligido. En un movimiento inesperado, nos extendió sus manos abiertas, la palma hacia arriba, diciendo: « ¡Miren mis manos! » La primera imagen que me vino fue el decirme que eran las manos de un boxeador que había perdido su aureola. « Estas son las manos de un hombre de pueblo », agregó. Eran regordetas, gruesas y parecían expresar el deseo de rodear el cuerpo de los otros. Se percibía en sus ojos un poco de orgullo y una súplica, como si dijese haber sido incapaz de hacer mejor. PR asintió con simpatía. En la pos-sesión, PR me dijo que veía ahí “el universo de un trabajador frente a la dureza de la vida”, sus contradicciones, sus sutilezas.

La terapia terminó un poco más tarde, cuando los miembros de la familia encontraron más sosiego y comprensión. Estábamos a principios de 1969. No tuve otras noticias de la evolución de esta familia. Mientras tanto, me fui al extranjero para hacer una pasantía en psiquiatría institucional, y luego regresé. En 1972, la madre se puso en contacto conmigo, ella había llamado por teléfono a PR quien le sugirió consultarme. Cuando la vi, contó que su hijo había vuelto a los Estados Unidos bastante restaurado. Reencontró a su mujer e hijo, retomó un trabajo, pero no en la construcción. Me dio las gracias por nuestro trabajo. Quería un analista para tratar sus fobias y ataques de “angustia” que se producían cada vez que pasaba « delante de un edificio en demolición ». Me permití asociarlo con la profesión del hijo, y le di la dirección de un colega. La madre ¿sentía el pánico que el hijo no podría experimentar?

En cuanto al hijo, diré algo que merece ser reportado. A mediados de los 1980, yo me había ya instalado en Francia y solía volver regularmente a mi ciudad natal. Un día, alguien en mi familia me dijo que un desconocido me había estado buscando y que había insistido para saber cuándo pasaba por Buenos Aires pues buscaba hablar conmigo. Había encontrado este número en el directorio. Más tarde, llamó a la casa de mi pariente justo cuando yo estaba allí. Era el hijo de esta familia. Andaba muy bien, me dijo, y estaba visitando a su propia familia, como yo. Por su manera de hablar parecía restablecido, excepto que manifestaba una ansiedad excesiva. Sin embargo, se mostraba francamente contento de hablar conmigo. Me dio brevemente noticias satisfactorias de sus familiares; él no había tenido otras recaídas. Parecía radiante. Pero quería que yo tomara contacto con su líder espiritual. De hecho se había metido en un « movimiento religioso » en el que estaba bastante involucrado. Mi sensación fue que podría tratarse de una secta y que quería que yo conociera a su gurú. Dijo que estaba seguro de que me habría gustado pertenecer a este grupo, que iba a tener allí apoyo, hacerme amigos. Mis explicaciones formales fueron insuficientes para convencerlo: yo estaba viviendo ahora en Europa, él, su nueva familia y su movimiento religioso estaban en los Estados Unidos. Acerca de este episodio, dos puntos me sugieren la evolución de nuestro trabajo.

‑Parecía mantener un contacto intenso y cálido conmigo. Como si yo continuara a formar parte de él, la experiencia de la terapia vivía aún en su mente: ya que él apreciaba su grupo, era obvio que yo lo integrase.

‑Esta transferencia de sentimientos reflejaba cierta falta de diferenciación, adhesividad, mimetismo, que sostenían su tenacidad. El paciente mostró incapacidad a leer la realidad, imaginando en fin de cuentas que mi vida le pertenecía. Pero esto era probablemente el precio a pagar para que se adaptase en el mundo y sintiese un tanto de bienestar.

Conclusiones

He aquí algunas observaciones:

1)La actualidad de los conceptos desarrollados por Pichon-Rivière repercute tanto más que vivimos en un tiempo en que surge cada vez más interés por los vínculos intersubjetivos. La prosperidad de las corrientes inter-subjetivistas en las Américas y en Europa son una prueba.

2)Su talento de analista y su creatividad se alimentaban del grupo y de los otros, en quienes captaba, por una empatía excepcional, el trabajo del pensar al que él fertilizaba como lo fertilizaba a él.

3)Estas ideas se han generalizado hoy al aplicarse a una variedad de contextos: las terapias individuales, de grupo, pareja, familia, en la educación, el análisis institucional y comunitario.

4)La manera en que Enrique Pichon-Rivière tenía en cuenta al tercero puede conducir a la idea de testigo.

5)Pichon-Rivière nos hace pensar en el destino de nuestras investigaciones: nos permite utilizar un co-pensamiento generativo, que es un fermento para el análisis: un co-pensamiento que se articula con el soñar y el sentir de los demás.

6)En los tratamientos, el análisis de la intersubjetividad es un elemento clave.

Bibliografía

Bion W. (1990) Une mémoire pour l’avenir, tr. fr. Larmor Plage, Le Hublot, 2010.

Eiguer A. (2008) Jamais moi sans toi, París, Dunod.

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Freud S. (1905) Trois essais sur la théorie sexuelle, OC VI, París, PUF.

Freud S. (1926) Inhibición, síntoma y angustia, OC XV, París, PUF.

Kaës R. (1994) Le groupe te le sujet du groupe, París, Dunod.

Ogden T. (1994) El tercero analítico, IJPA, 75, 3-119.

Ogden T. (2005) L’art de la psychanalyse, tr. fr., París, Ithaca, 2012.

Pichon-Rivière E. (1971) Del psicoanálisis a la psiquiatría social, Nueva Visión.

Pichon-Rivière E. (1977) La teoría del vínculo, Nueva Visión.

Resumen

« El legado de Pichon-Rivière. » Enrique Pichon-Rivière (EPR, 1907-1977) fue un pionero que acuñó muchos conceptos y los aplicó a la clínica y prácticas tan diversas como el análisis individual, el grupo, la pareja, la familia, las instituciones, el arte, la publicidad, la vida cotidiana. Al acercarse a su obra, el autor se centra en el concepto de vínculo. Si los trabajos de EPR han tenido amplia repercusión a nivel mundial, en parte a través de sus discípulos, es el encuentro de su obra con los trabajos en el campo de la intersubjetividad que les dan mayor actualidad. ¿Dónde se origina tal fertilidad? El autor trata de responder a esta pregunta. Una viñeta de terapia familiar es expuesta.

Palabras clave. Pichon-Rivière, vínculo intersubjetivo, tercero-testigo, co-terapia, co-pensamiento.

Résumé

« L’héritage de Pichon-Rivière. » Enrique Pichon-Rivière (E P-R ; 1907-1977) fut un précurseur qui a forgé nombre de concepts et les a appliqué à la clinique et à des pratiques aussi diverses que l’analyse individuelle, de groupe, de couple, de famille, des institutions, de l’art, de la publicité, de la vie quotidienne. En approchant son œuvre, l’auteur s’attarde sur le concept de lien. Si les travaux d’E P-R ont bénéficié d’une large diffusion mondiale, grâce pour beaucoup à ses élèves, c’est la rencontre de son œuvre avec le champ de l’intersubjectivité qui lui donne une grande actualité. D’où vient une si grande fécondité ? L’auteur essaie de répondre à cette question. Une vignette de thérapie familiale est exposée.

Mots clés. Pichon-Rivière, lien intersubjectif, tiers, témoin, co-thérapie, co-pensée.

Summary

“The legacy on Pichon-Rivière.” Enrique Pichon-Rivière (1907-1977) was a pioneer who created many concepts and applied them to clinical work and to practices as diverse as individual analysis and analysis of groups, couples, families, institutions, art, publicity and everyday life. In his approach to Pichon-Rivière’s work, the author focuses on the concept of the link. Pichon’s works have enjoyed wide acceptance throughout the world, thanks in large measure to his pupils, but more importantly because his works encompass the field of inter-subjectivity, which makes them eminently up-to-date. What is the origin of such great fertility ? The author attempts to answer this question. An example de Family therapy is exposed.

Key words. Pichon-Rivière ; inter-subjective link ; influence ; operative group ; the third.